Yo de frente al espejo con la cabeza contra el vidrio, con la mirada recta y
profunda. Las cosas se superponen y no alcanzo a distinguir nada. Estoy
acompañado, y su presencia me irrita. Camino entre la habitación, doy vueltas y
vueltas, me siento mareado y asqueado. El aire se torna denso, cuesta respirar
e inhalar me quema por dentro.
Mis pasos son cada vez más lentos, la imagen se desfigura y el chillido es
aún más fuerte. Mi cabeza hierve, mis músculos se contraen, la presión en mis
dientes me desmorona. Lanzo un rugido, presiono mis puños, y golpeo la pared.
Me lanzo en la cama, apago la luz y cierro los ojos. Decenas de pensamientos
y voces cruzan mi mente, son muchas e intolerables. Abrazo mi almohada y tapo
mi rostro, mi único deseo es que se retire de aquí, a lo que se levanta y se larga, sin
decir ninguna palabra.
La presión entre la almohada y mi rostro aumenta, mis ojos tiemblan. La
agarro y la arrojo al frente con todas mis fuerzas. A medida que mi respiración
agitada y entre cortada aumenta. Abro la puerta y corro detrás de su figura,
estaba por irse y cuando atine a decir las primeras palabras... no pude.
Estaba mirándome, fijamente. Su expresión era agresiva, sus ojos sobresalían
como lava en erupción. No pude moverme, solo me quede parado y un fuerte
temblor se apodero de mi cuerpo. Tenía mucho miedo, y no supe que hacer, solo
me quede ahí mirándole. Pude escuchar su fuerte respiración y ver como dirigía su mirada
hacía la puerta. Camino hacia ella y se fue.
Caí en el suelo y me desquebraje. Había disociado la parte más tensa de mí, la
rabia en su máxima expresión, la envidia y el rencor más puro y cobarde que
pude haber engendrado. Ahora solo debía seguir... y nunca supe cómo.
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