Cuando estas en el bosque indirectamente aparece el objetivo de caminar esperando encontrar un "final" en su recorrido, como si dentro de su magnanimidad solo nos aguardara una sorpresa impensada. Algunos recorren las mismas calles sabiendo que el final es solo el comienzo que ellos mismos quieren darle, algo así como un "por aquí entre, por aquí mismo salgo". Lamentablemente para algunos cuantos, la resaca de vivir arrastra para consigo mismos resinas de existencia unánimes, dado que somos un conjunto de conductas y relaciones pasadas y también presentes.
A veces surge la lastimosa idea de crecer de los errores, cuesta admitirles y aprender de ellos dado que es aceptar y repensar nuestro accionar y nuestra postura, ganarle a uno mismo en su vaga traducción. Ganar en no caer en la desesperación de que el final que pensamos no es ahí, si no que luego vendrá algo nuevo que podrá ser transitado mejor, como si los mismos impedimentos aparecieran para ser vencidos por propia voluntad del destino, y hacernos caer en cuenta de que no fuimos tan idiotas y no perdimos nuestro tiempo.
En todo crecimiento hay recaídas, el dolor es parte de la misma secuencia. Como si el corazón de una bomba estuviese a punto de estallar, caeremos en los recuentos de nuestra vida y la mente se volverá tan insana en su propio albergue que seremos hundidos en una colmena desorganizada. La contemplación de la historia solo podrá ser vista en color sepia y probablemente de avanzada saturación.
Pero luego de la tormenta viene lo soleado, no hay oscuridad que no se desplace. Desaparece la distancia y conectan todos los puntos en común, hay algo superior a lo que aspirar, hay mucho más de lo pensado y la ambición de llegar seduce al instante. La filosofía de vivir que cada uno poco a poco roba de a trozos, descomponiendo discursos, desestructurando la raíz de la cultura, reorganizando las leyes naturales nos forjan en lo que creemos invencible.
Nos empujan los ideales, nos mueven las olas de lo correcto. Reafirmamos una postura rápida y defensiva, hablamos en nombre de lo sano y creamos sequías. Mandamos el ardor y fervor de existir a lo alto y abrasamos las periferias. Los lazos como lineas desvinculadas, el lugar emergiendo del mismo fuego empujando.
El sol quemando la realidad frente nuestro. El peso de vivir sobre recuerdos, los vacíos y las palabras que quedaron en el tiempo. Las largas cartas y los largos besos, las carreteras inundadas y el temporal más vivo que nunca. El sonido en tu silencio, el frío en tu abrigo. Me miro en el reflejo, me veo escondido, las fotografías parecieran engañar.
Ezequiel Morales (Elsart)
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