miércoles, 8 de abril de 2015

Experiencia irreconocible Nº 1

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Recostado de frente a la ventana de mi habitación por la noche, rodeado por la oscuridad intimada por los destellos de una pantalla e imágenes sonoras. Leves reflexiones sobre el entorno hospedado hace más de una década se hicieron presentes. Un reconocimiento amigable hacia las decisiones hartas de placer hacia el propio narcisismo que me acunó. Una leve sorpresa ante la lejana idea impronta en el momento de yacer sobre sabanas que amoldan al niño, contemplando la ternura que seduce desde las esclarecientes notas musicales y las bellas voces superpuestas propias de un alma en contacto eterno con un espacio de ocaso latir.

Eran movimientos de sombras aquellos que posaban sobre mi pared izquierda, eran sombras en lluvia distorsionada. El aire frío y la percepción del mundo externo en agonía de mera existencia desde el presunto aburrimiento y desgano yaciente. Atente a su estrés, encendí la luz y quede perplejo entre las cuatro paredes de mi rutinario y placentero sitio, propio de sedentario arraigado en sentimientos y comodidades subyacentes desde el tiempo de los tiempos de un humano en constante apego al amor.

Intenté comprender las mas irreales pero tan reales vivencias precedidas hace instantes, fue inútil. Alarmado y con temblores que partían desde las piernas hasta los gestos faciales, atine a recoger los pañuelos típicos de una persona en constantes cambio climáticos en un otoño recién naciente. Una vez recogidos, fueron depositados en un pequeño cesto con una entrada giratoria en vertical. Me fue inevitable notar el movimiento constante de la misma, meciéndose de un lado al otro sin detenerse, quizás en un posible equilibrio perfecto interferido en la razón irracional del número áureo.

Impresionado ante el suceso descomunal, abrí la puerta y como si del fondo del hogar yaciera algo, oí un breve sonido de rastrillaje e inundado en un profundo miedo mi musculatura quedo congelada. El cuerpo no accionaba a los movimientos conscientes y el cosquilleo latente en mi rostro no dejaba de opacarme. Costo valor, pero en el desentendimiento de lo que ocurría, logre movilizarme hacía la cocina, pasando obligadamente entre el sueño de mi abuela que incautaba temores latentes desde la entraña de un futuro lejano y tan cercano al mismo tiempo.

Encendí la luz, y la condicionada sensación de sed me apoderó, a lo que me ví interesado en abrir la heladera y servirme de jugo de naranja hecho en el día. La cantidad fue mínima, lo suficiente para degustar mi paladar y calmar la sed, a lo que en mí mismo no podía quitar aún una sensación de sentirme permanentemente observado o acompañado de una entidad no visible. Fue rápido el pensamiento que al finalizar me sobresalte al oír gotas cayendo desde algún sitio a lo que contemple súbitamente que en la botella pequeña del costado de la grande que yo quite, estaba abierta y perdía agua.

No pude comprender que sucedía, el hecho carecía de sentido absoluto, misteriosamente una botella de agua fue abierta e incentivada a gotear sin cesar. Aturdido de la seguidilla de sucesos poco comunes que estaban ocurriendo atine recogerla y deslizar la tapa de lado contrarío para su cierre, por lo que volví a guardarla junto al lado de la primera mucho más grande. Cerré la heladera.

Esta bien, a partir de aquí todo fue muy confuso, no podía saber que estaba sucediendo, hechos anormales que nunca suceden en la rutina de mi día estaban pasando ahora, y el pesado sentimiento de ser perseguido por algo, como por ojos no visibles en constante fijamiento hacía mí, me estaba desesperando. Los hechos ocurridos desde entonces fueron rápidos y tácticos, quería distraer mi mente a como de lugar y olvidar lo que ocurría en el entorno. Forzarme a reprimir mi memoria e ir a los actos concretos, debía dormir.

El paso desde la cocina al baño entre medio del sueño de mi abuela y el largo pasillo que nos conectaba fue ferozmente ágil y con mucha prisa. Temía verme en los espejos, temía en ver algo más a mi lado, por lo que evite reflejar mi espanto por la vergüenza que generaba esta situación en mí, dado que nadie nunca creería los hechos que experimente y a los que otorgue un significado meramente "paranormal".

El rato en la habitación fue extraño, en la total luz que aún por propia decisión permití estar, contemple las cuatro paredes. No decían nada, pero decían mucho, definitivamente yo no estaba solo ahí, había algo más. No supe darle forma pero sí sentidos externos que influían en todo mi sistema nervioso. Me quité las zapatillas, mis pantalones, apagué la luz y me acosté. La oscuridad hacía de compañera, unificaba las sombras y las mandaba a guardar.

Cerré los ojos, distraje mi mente y comencé otro día. No supe más de estos hechos por ahora, quizás los dejé ir en mi propia locura o encontraron lugar donde habitar, otra mente desordenada u otra realidad ajena a la propia. Sea lo que sea, el miedo no fue más que desconocimiento de un todo descocido en pequeñas pulsiones irreconocibles. No fue "bueno" ni "malo", fue pura experiencia para mi vida. Pura fragilidad humana. Pura inocencia.

Ezequiel Morales (Elsart)
08/04/2015

1 comentario:

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